Él.
Yo ya te admiraba y me faltaban meses para nacer. Tuvo que haber sido un ángel de caridad que me brindó el milagro de ser hija de alguien tan extraordinario como vos. De lo contrario, cómo explicar tantísima suerte.
Te tengo en lo más arriba, cargo conmigo tu propio pedestal. Y sin duda te lo mereces. Mereces cada uno de tus logros, y más, mucho más. Construiste desde cero tu propio imperio, marcaste tu legado, y me dejaste ser una creación más.
Llevo tu apellido con orgullo y dignidad, porque vos lo has creado y fue lo primero que me regalaste.
No estoy segura si entendés lo que te digo, pero tus ojos me dicen claramente que sabés a ciencia cierta que tenés con vos siempre mi amor indescriptible, mi admiración y mi profundo respeto.